La transcendencia del pintor Fernando Botero en la cultura popular colombiana aún no se ha medido adecuadamente, no son solo sus grandes y "gordas" esculturas que conforman en Medellín un espacio público urbano muy especial, punto de encuentro de propios y extraños, preámbulo del maravilloso espacio en donde se exhibe parte de su obra y una especial donación de su colección particular de Arte Universal a su ciudad, generosidad que también comparte en Bogotá, en el viejo caserón de la Casa de la Moneda, diagonal a la iglesia de La Candelaria.
Su obra pictórica y sus esculturas, con la simplicidad casi infantil del trazo y el volumen exagerado tienen en sus temas un retrato fantasioso de la realidad, son crónicas de hechos y de los personajes que las hicieron, un "Pablo Escobar", "Tirofijo", una monja o "Adán y Eva", un caballo, etc. pueden contar bastante a las nuevas generaciones de los desesperos y angustias de nuestros instantes mientras inundan el espacio con su colorido y desproporción.
Los afiches de sus exposiciones a lo largo y ancho del mundo, debidamente enmarcados, se han convertido en una formula económica para poder "tener un Botero" en nuestras casas; la cadena de restaurantes "Crepes & Wafles", con una aparente exclusividad, ha logrado posicionar en sus establecimientos una tipologia de espacio, un estilo decorativo fresco y moderno donde los afiches de Botero son parte esencial.
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